martes, 24 de junio de 2008

Del otro lado: Bitácora de viaje

Hace algunas noches, pensé que debería de lanzarme al espacio, darle vueltas a mi cabeza y que los sentimientos pues se relajaran fuera de la neblina que ahora se torna en otros colores. He de confesar que la idea me lleno de ansia el cuerpo, donde ni la azúcar hace que me mueva tanto y que ni la cafeína logra espantarme el sueño, pero este nuevo proyecto de lanzarme al espacio me provocaba tanta emoción que terminé invirtiendo días enteros, entre tornillos, desarmadores y alicates, desarmando y armando, volteando sólo de vez en cuando al muelle para ver si el pez saltaba de una vez por todas y se dejaba atrapar. Con la cara teñida de tantos sueños, con las manos cubiertas de fantasías y con una lista de viajes aun pendientes dentro del bolsillo, continuaba con mi labor. Me sumergí al diseño que sin tanto pensarlo dibuje en la palma de mi mano con aquel crayón de arcoíris que recién me obsequiaron.

Luego de varias ideas mejoradas, otras descartadas y algunas olvidadas, concluí, justo cuando el alba asomaba para entibiarme la piel. Sin necesidad de verificación me monté en ella de un solo salto al sillón, giré la perilla y el motor empezó a toser fuerte para luego afinarse y hacer que saliera del escape humo de colores. Con la felicidad corriéndome, baje de la nave, me puse mi traje de astronauta, el cinturón de los sueños y saqué del buro un frasco vacío para recolectar algún recuerdo que surgiera en el primer lanzamiento. Porque he tenido otros viajes, pero como éste creo que es el primero en su especie.

Parte de mi regresó, la otra la dejé en el mundo de mares, risas, pasiones e incienso…

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el mar de ilusiones, el agua se antoja reconfortante. El arena tibia, los sentimientos intensos y los atardeceres sin fin...

Solo queda tejer un suspiro y construir un recuerdo.