lunes, 9 de enero de 2012

Parpadeo

El cielo no existía, el límite se había fugado con una mejor amante y una vieja hamaca nos cubría del pasto, las miradas y el pasado.  El sol doraba la piel, el viento hacia travesuras con tu cabello, y vos lo ayudabas enredándotelo en los dedos.  Mientras, yo trataba de llamar tu atención, traer tus sentidos a mi voz y que tu piel desnuda sintiera cada una de las palabras que quería leerte y había marcado con puntitos de caramelo, la noche anterior.

Pero vos, reías, afilabas la mirada y me empujabas hacía vos, cantando canciones dulces, diciéndome que otro día podría ser y que hoy querías ver estrellas y volar un rato antes que oscureciera.  Qué tenías ganas que nos fuéramos lejos a donde nadie más existe, las ganas se tensan, los deseos se pegan a los vidrios y los olores salen con un ritmo seductor.  Que te contara otras historias, ésas que a pedazos te escribo, y que si lo hacíamos, finalmente me enseñarías esa libreta donde habías hecho un pequeño mapa para recordarme, mientras estuve fuera. 

Y así pasamos la tarde, vos jugando con tu cabello y me invitabas a irnos, y yo con trozos de cuentos robados, listos para leértelo al oído y hacerte erizar el corazón, en un parpadeo.

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