martes, 15 de mayo de 2012

Trampa para un ratón

El metal ya no rechina, la convivencia ha hecho que todo deslice suave, sin tensión y con cierta adicción.  Bajo cierto enamoramiento, sobre las líneas que marcan distancia me he sentado a observar esa obsesión que cualquiera vive en este mundo de necesidades y fetichismos.

Las chispas que salen de la superficie, a veces me queman las cintas de los zapatos, pican y me hacen recordarme que posiblemente vos salgás de los pasillos y con un grito enorme, me digás que olvidé la libreta y esas fotos que tanto odias sobre la mesa.  Realmente deseo que éso ocurra, lo he hecho con toda la mala intensión, como un crimen bajo todas las atenuantes posibles, las razones ahora no importan, simplemente quiero verte reventar.  Y pasan las horas, las cajas se llenan de artículos de consumo, sonidos placenteros y una que otro dulce que se deja caer de algún bolsillo, sin que vos aparezcas.

Las manos se agrietan el frío de la multitud, me he quedado un tanto sorda y el metal se ha podrido como el amor que sentía hace un par de años por aquella figurita hermosa y brillante de cartón de los power rangers.  El reloj marca su hora de salida, todo queda mudo y yo como las noches anteriores, apago las hileras de luces neon para poder dormir bajo la pancarta del genocida que ahora es presidente y asegura con su puño que "se compromete".  Mientras vos, no volvés a casa, porque sabés que te he tendido una trampa.






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