lunes, 16 de julio de 2012

Deuda Nocturna

Esa noche se despertó.  Tratando de recordar lo que había vivido o soñado, esa confusión de no saber que sucedió le aceleraba aun más las pulsaciones y el sofoco le crispaba la piel, sin quererse mover empezó a revisar la habitación, sentía como que un tornado había entrado en medio de la noche a la habitación.

La puerta estaba cerrada, con el seguro puesto y cada uno de los papeles de recordatorios estaban pegados en su sitio.   Los afiches palorosa con frases dulces que tenía desde niña estaban colgados entre tarjetas de aniversario, cumpleaños y esas fechas especiales, que se guardan con tanta gana.  El guardarropa intacto, cada una de las blusas en perfecto estado, ordenadas por tonalidades y combinadas de cierta manera con los pantalones y faldas colgadas al lado.  Ella sabía que la perfección del ordenamiento era una de sus debilidades, cosa que se repitió en ese instante de revisión.  La maqueta de collares y aretes seguía bien colocada.  El computador aun con la pantalla encendida y las esencias de orquídeas bien guardadas en las repisas de la pared.  Todo estaba en su lugar, tenía un mapa completo y todo respondía a éste. 

Entonces el murmullo del resto de excitación le hizo recordar lo que había sucedido.  Las sábanas se empezaron a mover, el viento frío de la temporada y la humedad de las paredes aumentó de un golpe, cuando la ventana se abrió rítmicamente con las sábanas.  Sin fuerza la cama se movió, giró millones de veces.  Ella en un trance erótico y complaciente empezó a quitarse la ropa, los besos de la oscuridad la invadieron, sus manos respondían al instinto y entre frases cortadas era guiada sin resistencia.  Abría los ojos, los volvía a cerrar sin éxito, los colores le habían nublado la vista, la piel se le erizaba y las salivaciones la hidrataban desde adentro hasta cada rincón de la habitación, con los brazos abiertos, jugaba en esa inmensidad que sólo la dejaba morder y a breves lapsos escuchaba palabras suaves con movimientos de caderas. 

No había necesidad de que se detuviera, que la velocidad cambiara o que simplemente la acariciaran más, como una lectura inmediata todos sus deseos eran gradualmente realizados y ella bajo una lógica de seducción respondía a esa energía amante que llevaba tiempo deseando, y horas disfrutando.  La atmósfera llena de calor, empañados los vidrios, todo replegado, restos de sangre en los labios y las manos que memorizan pero animan, la hicieron llorar en silencio.  En ese momento agradeció que la oscuridad evitara verse y poder ahogarse entre los gemidos y jadeos de los que ahora tenía dentro y la hacia pedazos envolventes, sin querer una tregua.  Tuvo que cerrar los ojos, necesitaba normalizar un poco la respiración, abrió los puños y soltó los cabellos que tenía enredados en las piernas. Voltio como respuesta de un reflejo, para quedarse entonces con una tensión dulce en la boca. 

Encendió la luz, ya con más calma.  Ve las sábanas en el suelo y los restos de ropa sobre la mesa de noche, con una sola mano se recorre el cuerpo, prueba el aire quedado de la habitación y sin dudarlo, sabe que fui yo.  Cierra la ventana y sonríe, sin poner el seguro.

Se recuesta, faltan 45 minutos para que suene el despertador.

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