lunes, 6 de agosto de 2012

Historias de Vitrales

Soy una ladrona.  Amanezco y pienso en que hurtaré.  Tengo mis gustos, no es cuestión de levantarse cualquier cosa u objeto.  He de aclarar que no es con arma y toda esa violencia que contruye los robos como tal, lo mio es más sutil, delicado y sí, descarada también soy.

Camino por las veredas, me mezclo entre la gente, maquillo mi timidez y saco un par de sonrisas para convencer que todo está bien.  Me encanta pasearme por las veredas de cualquier población, nunca cambio mi "modus operandi" me encanta éste y con los años lo he perfeccionado.  Sin lucir muy pretenciosa observo a la gente, sus amores y necesidades que le cuelgan en los brazos y ocupan buena porción de su aliento cuando hablan.  Las paredes las memorizo, pasando las manos sobre ellas, nunca se sabe cuando la luz se apagará y tendré que vérmelas en el reconocimiento.  Enamoro a los fantasmas, les envió notas románticas a las energías y tengo un día a la semana para escuchar los sueños de las aves, he de confesar que a los arbustos los acaricio, son parte de mis amores imposibles.

Así paso los días, merodeando a los árboles, tomándoles fotografías, redibujándoles con carboncillo y cuando el crimen debe ser consumado, duermo sobre ellos.  Me acomodo sobre el pasto, trato de perderme entre su corteza y bajo conversaciones triviales les robo esas historias que la gente habla frente a ellos, los problemas que limpian durante la noche y las mañas de la luna que sueña en convertirse en planeta.  

Despierto, luego del retrato respectivo, armo la ficha y bajo un trance hermoso, vuelvo a casa.  Cada una de esas imágenes se traducen, se imprimen y lleno las paredes del saco de lona donde duermo y cuando encuentro algo extraordinario, se arma la fiesta.  Vienen los fantasmas, hacemos rondas y las energías embriagadas leen sus textos frente al espejo para hacerse homenaje.  Nos quitamos el disfraz.  Tiramos listones, comemos helado y si la cosa se sale de control, saltamos en burbujas de espumilla.

Luego de la farra, despierto con el saco cerrado y vuelvo a mi labor.  Las historias deben clasificarse, algunas son tan aburridas que las trituro para relleno de colchones y otras, como la tuya y la nuestra, les corto los bordes, las cubro con protector solar y armo un nuevo vitral que da directo al lago azul.  Ése que tanto nos gustaba.

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