miércoles, 12 de diciembre de 2012

Un domingo

El viento sopla fuerte, me mueve el resto de cabello que dejé luego de raparme por completo.  Los caminos cuadrículan el horizonte.  Parte de mi se ahoga con el tabaco húmedo que me llena la camiseta.  Nada pasa, todo queda en pequeños autos de cartón que pasan frente a mi.

La luna se asoma a cambio de una moneda sobre los techos llenos de tierra cocida y plantas carnívoras.  Vuelvo a ratos a ver al interior, nadie pide nada y todo sigue como esa canción con un eterno "repeat".  Ahora me enamoro con menos facilidad pensé cuando alguien me tocó la muñeca y me bajo el universo con su sonrisa. 

Las plazas se siguen llenando, los globos de colores intensos me obligan a no quitarme los lentes oscuros y un tanto la rasaca me conduce a meterme dentro de las piletas vacías de la iglesia mientras con pequeñas mordidas trago un elote asado.  Sonrió, un niño trata de asustarme sobre el muro y yo finjo hacerlo.

El frío cae y como una terapia de un mal psiquiatra (sin drogas y sin consuelo) camino de vuelta al marco de la ventana.  Hablo de lo que dejé pendiente la última noche, hago la lista mental de lo que finalmente debo pintar en ese mural horrible de la habitación y me convezco que será la última cajetilla de cigarros que trague intentando despegar los recuerdos de la sábana tecnicolor.

Ahora duermo, solo duermo.

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